martes, 14 de junio de 2011

¿Incoherencias o no?


Hoy que la pena ya no devora la carne, la mirada es más perfecta. Se hacen recuentos de caídas para saber donde está el tropiezo, y no volver a caer. Aún la mirada se presenta dulce y esquiva, pero más alegre. No hay temor en ella de perder lo que no se posee.
He llevado los sentimientos a una capa más interna de la piel, así aparentan fortalecidos, aunque hay agujas muy largas que todo lo penetran.
El silencio se ha convertido en guarda de mis labios, en escudo que vela dignamente el pensamiento.
Se me escapaba la vida, pero ya le eché el lazo.

Al llegar la noche, junto a los juncos del río, enterré al amor vivo. El me calcinaba el alma, y arrastraba mi ceniza por violentas espirales. Las chispas del dolor, como lluvia me empapaban. Y el odio estuvo a punto de alcanzarme, convirtiéndome en roca.

Hoy renazco, y perdida me encuentro en tan novedosa estadía. La serenidad avanza, cautelosa, a mi encuentro. Un réquiem lejano invade el espacio. Vuela el amor, espíritu incorpóreo, dejándose arrastrar hacia las incesante brumas.
Viene lenta la brisa, y mis pasos son ya algo más rápidos. El hilo sostiene bien mis pies, y no he perdido el equilibrio.

Ha quedado todo distante, el adiós ha sido silencioso. Sé que ya no habrá retorno, nunca volveré sobre mis pasos. Voy fijándome en el brillo que tienen las barandillas más adelante. Estoy a punto de llegar y sujetarme. El corazón late con calma, hoy ha salido el sol. Hará calor. 

De vez en cuando te recuerdo lo que te quiero. Y te quiero así, lejano, como una estatua hierática que unos días tomó vida. Te miré a los ojos, y te sentí tan grande como eres por dentro, por fuera.
Saber que estás ahí, aunque haya días que no te acerques. Sentir tu mano que me sujeta con afecto, saberte. No podría pedir nada, ni lo pido. Sólo sé la maravillosa nube de silencio que a veces me abraza, y se va. El silencio te contiene, y no quisiera que me faltes.

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