"Seguro que no podemos controlar todo aquello que nos rodea, pero sí podemos controlar como reaccionamos ante ello... Esa es la verdadera supervivenca" (J. Bucay)
Esta es, con diferencia, la batalla más cruenta que jamás he librado. En donde los enemigos se visten con mantos invisibles y acechan detrás de cada rincón, de cada recodo, de cada encrucijada, de cada decisión... Para clavarte el más afilado de los puñales que no deja heridas visibles, pero que desangra por dentro.
No derramo sangre porque las espadas no tienen filo que laceren la carne... Es mucho peor... La verdad de mis palabras escupe tal veneno que, al ser tragado, te destroza las entrañas y, sin embargo, si lo escupes, puede hacerte perder todas las batallas, puesto que mi vida está en juego en esta guerra. El autocontrol que necesito no lo enseñan en academia alguna y lo estoy aprendiendo a fuerza de golpes. Pero cada bofetada es un aprendizaje... Cada bofetada me hace más fuerte.
Pero esta guerra está siendo demasiado larga... Demasiado constante... Demasiado incierta... Demasiado aterradora.
Llevo demasiadas lunas, las mismas que han oscurecido mis ojos, escondiendo en el fondo, todos los sentimientos que he amordazado... Demasiadas lunas soportando la presión de las dudas, las preguntas, los caminos que se cierran... Demasidado... Cada paso, cada problema, cada emboscada, cada callejón sin salida, quita un poquito de energía, un poquito de alma... Un poquito de vida.
He tratado de mantener clara mi cabeza, templadas mis decisiones, lógicas mis preguntas, abierta mi sonrisa, fuerte mi corazón, justa mi boca y mi mano... He apartado a todo y a todos los que han intorpecido esos principios. Los he sacado de mi vida y lo he hecho sin contemplaciones. Por pura supervivencia. No he sentido la traición, ni los juicios de valor gratuitos de alguno a quien he errado en llamar amigo. No he sentido nada.
¿Estaré ya muerta?
No debe de ser eso. Porque siento... Porque siento y tengo miedo. Los muertos no temen.
Sopla un poco más gélida la brisa y muero de miedo. El viento acaricia mi rostro y muero de miedo. El corazón brinca en el pecho y muero de miedo. El agotamiento se hace evidente y muero de miedo.
Tengo que resistir. Tengo que mantenerme como la torre enhiesta que siempre he sido. Tengo que hacerlo por mi... Porque nadie librará en mi lugar esta batalla. Nadie puede hacerlo.
Me siento. Trato de tomar aliento. El aire quema y desgarra. La oscuridad comienza a deborar hasta el fuego más intenso. Noto como casi todas las fuerzas me han abandonado... Intuyo que aún queda un largo camino hasta el fin de esta historia. No se si resistirán mis fuerzas hasta entonces... Pero prefiero morir luchando en la batalla que ser una simple espectadora de la vida ajena.
Chicos,ni sé como ni en que momento escribí este texto......